AGRICULTURA
 

Control de Enfermedades

Podredumbre blanda del capítulo del girasol

El girasol es uno de los cultivos más importantes de la Argentina dado la superficie cultivada. Su producción es procesada totalmente para la industria y comercializada interna y/o externamente como aceite o subproductos; siendo nuestro país el primer exportador mundial de ambos. Como cualquier cultivo extensivo, la producción está frecuentemente afectada por problemas sanitarios que causan pérdidas en cantidad y calidad del producto obtenido.

Las principales causas de pérdidas que sufre el cultivo están relacionadas con infecciones producidas por hongos patógenos. Entre ellos, las infecciones producidas por Sclerotinia sclerotiorum, conocida comúnmente como "podredumbre del capítulo", representa la enfermedad más importante que sufre el cultivo en el Sur-Sudeste de la Provincia de Buenos Aires. Las condiciones ambientales en nuestra zona, temperaturas templado-frías y humedad ambiente alta durante febrero-marzo, son muy propicias para un desarrollo abundante y sostenido de la enfermedad en los cultivos. 

Esta enfermedad es especialmente temida por los productores de girasol, teniendo en cuenta las severísimas pérdidas que causa en cantidad y calidad; ya que origina importantes descuentos por cuerpos extraños y/o aumento de la acidez del producto entregado. Aun está presente la campaña 1987/88, donde se perdieron totalmente 50.000 hectáreas de cultivo y se registraron pérdidas de rendimiento del 50% en otras 100.000 hectáreas.

El momento del cultivo más susceptible al patógeno es la floración, donde penetra al receptáculo a través de las flores. Las condiciones ambientales propicias para la infección son temperaturas templadas y alta humedad ambiente producida por fuertes rocíos, lloviznas y/o lluvias. 

El reconocimiento de la enfermedad es sencillo, ya que manifiesta posteriormente a la floración un micelio blanco algodonoso en el frente del capítulo, seguido de manchas húmedas en el receptáculo, en las cuales fácilmente puede introducirse un dedo. Con el progreso de la enfermedad, los síntomas abarcan todo el capítulo, pudiendo ocasionar su caída total o parcial, dejando sólo fibras aisladas en forma de escoba. 

En estadios más avanzados de la enfermedad, el micelio del hongo consume los tejidos del capítulo y cuando ya no queda material asimilable, se concentra en estructuras de color negro, de tamaño variable, llamados esclerocios o esclerotos, los cuales, son viables durante varios años en el suelo y cumplen la función de perpetuar el hongo de un año a otro; reiniciando de esta manera la infección en el cultivo posterior. 

La velocidad de desarrollo de la enfermedad en el capítulo está fuertemente asociada a las condiciones climáticas imperantes, siendo muy rápida con condiciones de alta humedad y baja temperatura ambiente.

Actualmente, con la aparición de híbridos de moderada resistencia frente a la enfermedad que ofrecen, afortunadamente, alto potencial de rendimiento y mayor seguridad de cosecha, cambió el escenario sobre el cual el cultivo se desarrolla en el Sudeste Bonaerense. La elección para la siembra de un híbrido de buen comportamiento puede aumentar la seguridad de cosecha y eficiencia del cultivo, ya que estos materiales registran niveles de infección de un tercio o menores cuando se los compara con materiales susceptibles. 

No obstante ello, el comportamiento de los híbridos presenta variaciones, y cuando la floración de los mismos coincide con condiciones climáticas óptimas para el desarrollo de la enfermedad, los cultivos manifiestan índices de infección considerables que provocan, aún en estas condiciones, importantes pérdidas de rendimiento y calidad del producto cosechado. Prueba de ello, son los casos puntuales de cultivos de girasol fuertemente infectados por Sclerotinia en la pasada temporada.

Históricamente, el control químico de la enfermedad se basó en la pulverización de herbicidas desecantes sobre el cultivo, una vez que la misma se encuentra declarada y con importantes niveles de infección. El objetivo de esta práctica es adelantar la cosecha del cultivo y evitar de esta manera que la enfermedad continúe difundiéndose. La ventaja más importante de ella es cosechar la mayor cantidad de semilla posible y evitar que las pérdidas sean totales. 

Las desventajas más importantes son que la aplicación (aérea) esta afectada por condiciones ambientales como lluvia y viento, y los herbicidas desecantes son de contacto e inhiben la fotosíntesis de las plantas con lo cual la velocidad de acción de los mismos, está fuertemente condicionada por el clima y la luminosidad. En última instancia el desecante y el hongo compiten por el mismo substrato, el capítulo de girasol enfermo, y dependiendo de las condiciones ambientales resultará la preminencia de uno u otro. 

Si las condiciones ambientales posteriores a la aplicación son de temperatura moderada-alta y muy buena luminosidad, el desecante actuará rápidamente y terminará con el cultivo inhibiendo el mayor desarrollo del patógeno. Si por el contrario, temperatura moderada-baja, baja luminosidad (nublado) y rocíos, lloviznas y/o lluvias prevalecen posteriormente a la aplicación, el desecante actuará muy lentamente, el patógeno crecerá muy rápido, lo que ocasionará un control químico muy deficiente o nulo.

La aplicación de fungicidas para el control de la enfermedad es una práctica que ha dado buenos resultados de respuesta a rendimientos en países como Rumania, Francia y Japón. Esta respuesta esta asociada claramente al momento de aplicación.

Desde 1995 en la Unidad Integrada Balcarce se realizan ensayos de control químico de la enfermedad mediante la pulverización con fungicidas en distintos momentos del ciclo de cultivo.

Los ensayos han sido diseñados con el objetivo específico de evaluar la eficiencia de control de fungicidas sistémicos y no sistémicos en aplicaciones sobre híbridos comerciales susceptibles y moderadamente resistentes.

Hasta el momento los resultados obtenidos permiten concluir respuestas positivas y diferenciales de las aplicaciones de fungicidas en rendimiento y calidad en ambos tipos de híbridos. En general, en híbridos susceptibles se logró disminuir los índices de infección de 45-50% en testigo no pulverizado e inoculado artificialmente con el patógeno a 22% con pulverizaciones en inicio y fin de floración. 

Esta reducción en los niveles de infección de un híbrido susceptible, si bien es significativa, considero que es intolerable para obtener altos rendimientos en calidad y cantidad para un cultivo comercial.

En híbridos moderadamente resistentes, logramos disminuir los niveles de infección desde 26% en el testigo no pulverizado e inoculado artificialmente con el patógeno a 7-9% con pulverizaciones en inicio y fin de floración. Esta reducción es también significativa, pero a diferencia de la anterior, lleva los niveles de infección a valores tolerables por un cultivo comercial. 

La primera conclusión, y muy importante por cierto, es que el control químico de la enfermedad con fungicidas es posible combinando estrategias de control genético (híbrido moderadamente resistente) y estrategias de control químico. 

Por otro lado también es importante resaltar que en años con condiciones predisponentes para el desarrollo de la enfermedad, la utilización de híbridos susceptibles más la aplicación de fungicidas, si bien disminuye los niveles de infección no aumenta la seguridad de cosecha, controlándose parcialmente la misma.

Se han evaluado pulverizaciones en estadios más avanzados del cultivo (10 días posfloración) con resultados promisorios; esta técnica esta aún en etapa de ajuste, dado que es muy variable para cada fungicida, debido a la estrecha relación que existe con el modo de acción, sistemicidad y dosis.

En cuanto a los fungicidas, para el desarrollo de esta técnica, hemos utilizado dicarboximidas (Sumilex) y mezcla de triazoles y benzimidazoles, los que por el momento no poseen registro comercial para su utilización, además de requerir ajustes importantes relacionados con momentos de aplicación y dosis para constituir una recomendación con fundamentos técnicos.

Un párrafo aparte constituye la forma o método de aplicación de los fungicidas en el cultivo. Es bien sabido que una correcta aplicación de un plaguicida es tan importante como la elección del mismo. Ningún plaguicida, por excelencia que posea, corregirá deficiencias en las aplicaciones y por lógica consecuencia no mostrará toda su eficiencia en el control. 

La experiencia en estos años de evaluaciones ha demostrado que una perfecta cobertura lograda en la aplicación redunda significativamente en la expresión completa de las características del fungicida y aumento en la eficiencia de control. El volumen y la penetración dentro del cultivo son características distintivas que requieren los fungicidas para el control de enfermedades.

Los volúmenes utilizados en las evaluaciones oscilan en 300 litros/ha. Simultáneamente a las evaluaciones de fungicidas, momentos y dosis, iniciaremos evaluaciones con distintos volúmenes o formas de aplicación y su relación con la eficiencia de control de la enfermedad. 

Como conclusión del presente artículo, es importante destacar que la aplicación de fungicidas al cultivo de girasol para controlar la podredumbre del capítulo por Sclerotinia, es una práctica promisoria que posibilita, dentro de una estrategia de control integrado, atenuar las pérdidas que la enfermedad provoca.

Fuente: INTA, 1999.

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