AGRICULTURA

 

Soja de primera: un modelo para armar 

Con la aparición de la soja resistente a glifosato (RR) parecería que cualquier productor puede ser un productor de punta, y esto, en parte, es así. La soja RR ha permitido a muchos productores cumplir el sueno de tener cultivos de soja limpios. Sin embargo, el control de malezas solo no alcanza. Los productores de soja líderes manejan muchos otros factores. 

Hoy disponemos de diferentes grupos de maduración para una misma zona, hemos estirado el período de siembra, manejamos varias distancias entre surcos, estamos hablando de fertilización, etc. 

La correcta combinación de dichos factores es lo que hace la diferencia entre los número uno, y el resto. Sin embargo, dicha combinación no se puede copiar como una receta o como una de esas mezclas de herbicidas magistrales que utilizábamos para el control de malezas, antes de la soja RR. 

Esto se debe a que para cada caso existen una o más posibles combinaciones de técnicas de manejo que pueden utilizarse. Lo importante pasa a ser el hecho de entender y conocer cómo interaccionan estos factores de manejo, cuáles son los criterios para su utilización, y saber interpretar claramente en cada caso qué ambiente le presentamos al cultivo. 

A continuación vamos a desarrollar algunos temas que apuntan a obtener un buen promedio de rendimiento para nuestro cultivo de soja. 

Suelo
Que el productor sepa dónde está parado, o qué tipo de suelo tiene y en qué condiciones de fertilidad se encuentra, son elementos muy importantes que permiten ajustar el manejo del suelo, del agua y del cultivo de soja. 

En la zona de Río Cuarto (Córdoba), existe en pocos kilómetros una gran variabilidad en el tipo de suelo y en sus condiciones de fertilidad. Esta variabilidad se puede observar dentro del mismo campo y muchas veces dentro de un mismo lote. 

Pueden encontrarse suelos livianos, profundos, arenoso-francos o franco-arenosos, con capacidad para almacenar sólo 80 mm de agua útil por metro de suelo y con bajos niveles de materia orgánica, que pueden variar entre 1,3% y 1,5%. 

Al mismo tiempo, pueden verse suelos más pesados, profundos, con textura más fina, con mayor capacidad de retención de agua y con mejores niveles de materia orgánica, que pueden variar entre 1,8% y 2,5%. 

Tanto en uno como en otro tipo de suelos se observan diferencias en la fertilidad química y física. Por ejemplo, los niveles de fósforo asimilable pueden variar entre 5 ppm y 46 ppm a pocos kilómetros de distancia, y entre 10 ppm y 30 ppm dentro de un mismo campo, incluso dentro de un mismo lote. 

Clima
Por el momento el clima es casi impredecible. Por lo tanto, es muy importante el conocimiento y la experiencia que el productor posee del clima de su zona; es fundamental consultar y manejar la abundante información de pronósticos climáticos de corto y largo plazo que nos llega, pero lo primero que debemos hacer en zonas con déficits hídricos frecuentes, y con una variabilidad cismática importante, es verificar cuánta agua tenemos en el suelo. Lo demás es futurología. 

La zona de Río Cuarto presenta déficits hídricos en diferentes momentos del desarrollo del cultivo de soja, de diferente intensidad y con una gran variabilidad de ocurrencia entre años. Estos déficits hídricos afectan al cultivo tanto en las etapas de crecimiento vegetativo, como en las reproductivas. 

Si bien las lluvias se registran prácticamente en su totalidad en el semestre cálido, los meses de enero y febrero son los que presentan la mayor frecuencia de faltante de agua para cubrir la demanda potencial del cultivo. Con excepción de los años lluviosos, el nutriente más escaso es el agua. 

Dos son los objetivos a los que se debe prestar especial atención, y en vista de los cuales se diseñan y aplican diferentes manejos:
 
1. Queremos que el cultivo logre un desarrollo tal, que intercepte el 95% o más de la radiación solar incidente, antes de llegar al tercer estadio reproductivo (R3). 

2. Apuntamos a que la soja tenga durante su período crítico (R3-R6) la mayor oferta posible de agua, tratando de evitar que coincidan los momentos de mayor déficit hídrico con dicho período, en especial R 4,5 y R 5,5. 

Para cumplir con estos objetivos se puede combinar el uso de diferentes grupos de maduración, fechas de siembra y distancia entre surcos, en función del tipo de suelo, de la condición de fertilidad física y química que presente, de la disponibilidad de agua que se observe en el suelo al momento de la siembra, de la profundidad en que se encuentre la napa freática y del momento de la ocurrencia de los períodos de déficit hídrico más frecuentes en nuestra zona. 


Siembra directa
En nuestra zona, sin lugar a dudas, la siembra directa es el sistema más adecuado para mejorar los rendimientos de este cultivo. 

El productor debe tener muy en claro qué tipo de ambiente le está ofreciendo a la soja. El ambiente está definido en gran medida por el tipo de suelo, su fertilidad y el clima; el productor puede, mediante un adecuado manejo de los recursos, mejorar sensiblemente estas condiciones. 

En un ambiente con déficits hídricos frecuentes, con suelos susceptibles a la erosión y fácilmente degradables por las labranzas, la siembra directa permite mejorar considerablemente el ambiente, aunque luego de varios años de siembra directa, es necesario realizar ajustes en el manejo, para no tener problemas de vuelco o enfermedades. 

Por lo general, la siembra directa ha funcionado muy bien en casi todas las situaciones que se presentan en nuestra zona. En casos de suelos muy chacareados, es decir, con una muy mala condición física y química (consecuencia de muchos años de mal manejo), la siembra directa ha requerido de un cierto ajuste para no presentar menores rendimientos. 

En estos casos, antes de iniciar un período de manejo del suelo con siembra directa, es necesario acondicionar el suelo mediante la ruptura de las capas compactadas (pisos de arado) con un cincel profundo. Luego, debe chequearse periódicamente las condiciones físicas del suelo, para determinar si se presentan nuevamente limitaciones importantes para el desarrollo radicular, o problemas de infiltración y percolación del agua. 

En estos casos puede ser necesario recurrir a labores profundas (a 35 cm), realizadas con algún tipo de para-plow, ubicando los timones a 70 cm, tratando de romper las capas de suelo compactadas, y asimismo perturbando lo menos posible la cobertura del suelo. 

En relación con la fertilidad química, estos suelos degradados presentan bajos niveles de materia orgánica, bajos niveles de nitrógeno total (y por lo tanto de oferta de nitratos), y bajos niveles de fósforo total y asimilable. Lo ideal, de ser financieramente posible, es aplicar durante los primeros años un plan de fertilización generoso cuali y cuantitativamente, para recuperar la fertilidad y el ambiente para el cultivo. 


Correcta implantación del cultivo
La sembradora debe estar acondicionada de modo tal que ubique a la semilla a la profundidad deseada y en perfecto contacto con el suelo húmedo. No deben quedar cámaras de aire en la línea de siembra. Para ello, y según el tipo de sembradoras, existe una gran cantidad de alternativas y accesorios que permiten acondicionarlas: las cuchillas turbo y los barredores de rastrojos, son algunos de los más utilizados para mejorar la implantación del cultivo en suelos con capas abundantes de rastrojos. 

En siembra directa, la siembra y la sembradora pasan a ser aspectos fundamentales para lograr una buena implantación del cultivo. Si bien la soja se caracteriza por ser bastante plástica en relación con la densidad de plantas a cosecha, es importante lograr un adecuado stand de plantas, lo mejor distribuidas posibles y con una emergencia pareja. 

Las huellas de la cosechadora, y en especial las de los carros tolva, producen fallas importantes en la siembra y reducen sensiblemente la velocidad de infiltración. Para evitar esto, las cosechadoras y carros deben tener ruedas de alta flotación y, los últimos deben transitar lo menos posible dentro de los lotes. Muchas veces es necesario acondicionar las cabeceras muy transitadas con una pasada de cincel con puerco espín y rolo, previamente a la siembra. 

La mala distribución de los rastrojos del cultivo anterior que realizan algunas cosechadoras, es otra de las causas más comunes que determinan una mala calidad de siembra, obteniéndose cultivos más ralos y con emergencia más tardía en la andana que queda detrás de la cola de la máquina. 

El inadecuado o excesivo pastoreo de los rastrojos por la hacienda, muchas veces reduce demasiado la cobertura de rastrojos y favorece la evaporación del agua del suelo durante el período de barbecho. 


Fertilización
Hasta el presente no hemos encontrado en nuestra zona una respuesta clara a los fertilizantes. Falta información básica sobre el tema y muchos ensayos. Los resultados obtenidos son erráticos y poco rentables. 

Por ahora recomendamos fertilizar fuertemente al maíz, que responde muy bien a los fertilizantes y que la soja aproveche el remanente de esta fertilización. Sólo en suelos muy chacareados, con valores de materia orgánica inferiores al 1,2%, y con niveles de fósforo asimilable menores a 7 ppm, hemos encontrado una respuesta a la fertilización con fósforo, nitrógeno y azufre económicamente viable. 


Grupo de madurez, variedades, fecha de siembra, densidad y distancia entre surcos
La combinación adecuada de estos aspectos de manejo pasa a tener un rol fundamental para lograr un alto promedio de rendimiento de soja en nuestra zona. Decimos que la soja es un modelo para armar porque no hay recetas. 

Los comentarios que voy a realizar a continuación son fruto de la experiencia de muchos productores, y de la observación y análisis de cada campaña de soja. Pero esto es muy dinámico, y puede ser que los criterios, con el tiempo y con los nuevos conocimientos cambien. 

Para entender cómo interaccionan estos elementos vamos a definir dos ambientes: 

1. Ambientes que ofrecen al cultivo una alta disponibilidad de agua: Esta mayor disponibilidad de agua se puede dar por diferentes combinaciones de clima y suelo, y/o por una napa freática cercana a la superficie. La ocurrencia de déficits hídricos es baja y el objetivo es lograr altos rendimientos. Por lo general, esta condición ha llevado a utilizar soja de grupos cortos (III y IV), pues las sojas de ciclos más largos presentan problemas de vuelco y enfermedades. 

Si la condición hídrica va acompañada de una buena condición de fertilidad del suelo, los problemas de enfermedades y vuelco se potencian, y las variedades de ciclos cortos con fechas de siembra tempranas, son el único camino para poder concretar los altos rendimientos buscados.

En estos casos, las distancias entre surcos más comunes son de 52 cm, y las densidades a cosecha buscadas varían entre 300.000 y 350.000 pl/ha. Si en estos casos se presentan suelos con una mala condición de fertilidad, puede ser que en las fechas de siembra más tempranas (octubre) se deban utilizar variedades de grupos más largos (V corto indeterminado) y/o variedades de grupos IV largos con menores distancias entre surcos (35 cm), pues como el cultivo tarda más en cubrir el surco, se presentan menores problemas de vuelco y enfermedades.
 
2. Ambientes que ofrecen al cultivo una bajo disponibilidad de agua: En estos ambientes (que son la mayoría en el país), la condición de menor oferta de agua para el cultivo se puede dar por diferentes combinaciones de suelo y clima. Por lo general, van acompañados de una gran variabilidad, referida a la presencia de años más secos y mucho más lluviosos que el promedio, y a la errática distribución de las precipitaciones, que no permite determinar la fecha en que se presentará el periodo de déficit hídrico. 

Esto hace mucho más difícil armar un modelo que funcione todos los años, y obliga al productor a ser mucho más flexible frente a las diferentes situaciones. Determina que el productor deba cubrirse más, ser más conservador y apuntar a obtener un buen promedio de rendimiento, estable en el tiempo. 

Por lo general, se apunta a diversificar las fechas en que la soja presenta su período R3-R6. Para ello se combina la utilización de variedades de los grupos III, IV, V y VI, en proporciones variables según los años, y en diferentes fechas de siembra y distancia entre surcos. 

Para decidir una estrategia se considera la cantidad de agua acumulada en el suelo al momento de la siembra, la condición de fertilidad química y física del suelo, la serie histórica de lluvias y el pronóstico climático. Sobre esta base se arma la estrategia, que no siempre termina siendo la más adecuada, debido a la variabilidad comentada. 

Pero básicamente, si se parte de una buena recarga de agua en el perfil, la recomendación es comenzar la siembra bien temprana (octubre) con variedades de los grupos V o VI, a 52 o 70 cm, según la condición de fertilidad del suelo. Luego, a fines de octubre-principios de noviembre, se intercala la siembra de variedades de grupo III y IV, a 52 o 35 cm entre surcos, y grupos V y VI a 52 o 70 cm entre hileras, tratando de diversificar las fechas de floración. 

Finalmente, a mediados de noviembre se trabaja con sojas pertenecientes a los grupos Y y VI, a 52 cm entre surcos. En años en que la situación de partida es con suelos más secos, se retrasa la fecha de siembra para que los suelos se recarguen de humedad con las lluvias de primavera, antes de la implantación del cultivo, y se utilizan básicamente variedades de grupo V indeterminadas y VI, y acercamos las hileras a 52 cm entre surcos; en suelos de regular condición de fertilidad a 35 cm entre surcos, aumentando la densidad de siembra de modo de compensar el menor desarrollo por planta con más plantas por hectárea. 


Comentario final

La soja se ha transformado en un cultivo muy importante en la economía del productor y del país. No hasta  con tener la variedad adecuada, la mejor sembradora, el uso de glifosato, etc., etc. La habilidad natural del productor argentino no alcanza. Es fundamental capacitarse sobre el tema, pues para tener éxito hay que combinar correctamente los factores de producción. 

El productor de zonas marginales debe ser muy profesional en su actividad, pues el ambiente no compensa sus errores. La competencia que genera la globalización es casi despiadada. No podemos dar ventajas. 

Autor: Ing. Agr. Gabriel Tellería
Fuente: Revista Agromercado (Suplemento Soja) Año 2000.

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