La alfalfa y sus
enfermedades
En la República Argentina, la
superficie cultivada con alfalfa supera los 5 millones de
hectáreas, según estimaciones de los últimos años, y se
producen 15 millones de toneladas de materia seca (MS) con una
producción anual promedio de 6 t/MS/ha. El 50% es destinada a
pastoreo directo y el resto como forraje conservado (rollos o
fardos de alfalfa pura o consociada).
En menor proporción se utiliza el
silo y el henolaje empaquetado en polietileno, práctica difundida
en el país. Como consecuencia de la acción de microorganismos
patógenos se estima que existen pérdidas del 25% en la
producción de forraje y del 10% en el rendimiento de semillas, lo
que ascendería a un valor superior a los 300 millones de dólares
por año, sin tener en cuenta la disminución de la calidad
forrajera, la reducción de la vida útil de la pradera, la mayor
predisposición a factores adversos como los insectos, malezas,
estrés hídrico por déficit o exceso, desbalance nutricional,
etc. La alfalfa es una leguminosa afectada por numerosas
enfermedades que atacan las hojas, tallos, corona y raíces.
Los patógenos foliares provocan en
determinadas épocas del año intensas defoliaciones, sin embargo
aquellos que atacan corona y raíces definen en forma directa la
longevidad o período productivo del alfalfar. Los principales
problemas sanitarios son la declinación de las plantas con escaso
número de rebrotes, áreas sin plantas con invasión de malezas,
principalmente gramón, y corta productividad lo que afecta a los
distintos cultivares de alfalfa, especialmente de los grupos 8 y 9
que carecen de reposo invernal.
Esto, permite la sobrevivencia de
los patógenos a través de todo el ciclo anual de la pradera, lo
que se traduce en reinfecciones permanentes con alto impacto de
las enfermedades sobre la cantidad y calidad forrajera. Las
enfermedades foliares y del tallo más frecuentes en el período
otoño-invernal resultaron ser: la "mancha ocular" (Leptosphaerulina
briosiana), "mancha foliar" por Cercospora medicaginis y
la "roya" (Uromyces striatus). En porcentajes muy bajos
se halló "tallo negro" por C. medicaginis y "antracnosis"
(Colletotrichum trifolii y C. dematium).
En la etapa primaveral, adquieren
gran importancia enfermedades foliares como el "mildiu"
(Peronospora trifoliorum), distintos síntomas producidos por
Stemphylium botryosum, la "viruela" (Pseudopeziza
medicaginis), "mancha foliar" por Phoma medicaginis var.
medicaginis y persisten los ataques de "mancha ocular".
Todos los cultivares, especialmente los sin reposo invernal son
muy afectados por las enfermedades foliares; el cultivar Cuf 101
resulta el más atacado, manifestando una defoliación muy
intensa. Las infecciones de la corona y raíces se manifiestan
primariamente en la parte área con amarillamientos, marchitez y
curvado del tallo principal en forma de bastón, procesos que
culminan con la muerte de la planta. Los síntomas más comunes
son: necrosis pardas, castaño oscuras a negras, enriado y
desintegración de tejidos a nivel de la corona.
En raíces, lo más frecuente es la
coloración amarilla, anaranjada o castaño oscura del área
ocupada por los vasos de conducción. El hongo más aislado de los
tejidos subterráneos fue Fusarium con numerosas especies como
equiseti, moniliforme, oxysporum, solani -forma azul- y
graminearum. Otros microorganismos aislados pero en escaso
porcentaje fueron: Pythium, Phytophthora y Rhizoctonia. Un
resultado importante fue el aislamiento frecuente a partir de
coronas necrosadas, con lesiones en paredes del xilema y
marchitamiento del tallo principal en forma de bastón, del hongo
Phomopsis spp desde mediados de noviembre. Este microorganismo no
ha sido mencionado en la bibliografía nacional y extranjera
revisada hasta ahora; su determinación en trébol rojo en el
Departamento Diamante en 1995 y en años anteriores en los
cultivos de girasol y soja permiten suponer una potencialidad
patogénica de interés.
Cómo manejar las enfermedades
de la alfalfa para disminuir los daños
Sembrar alfalfa siempre después de
gramíneas; evitar hacerlo después de otra leguminosa o girasol
ya que poseen patógenos comunes. Los lotes apropiados para la
implantación son aquellos con suelos bien estructurados, no
arcillosos, con buen drenaje sin anegamientos temporales, con pH
cercano al neutro y un adecuado contenido de P (superior a 12 ppm)
y K. Utilización de cultivares resistentes, tolerantes o de
comprobado buen comportamiento a las enfermedades predominantes en
las campañas anteriores. Usar semilla certificada de calidad
comprobada, la que en ciertos casos está recubierta con el
inoculante y fungicida curasemillas. Dentro de éstos últimos, es
conocida la eficacia de la mezcla metalaxil 35% y thiram 36% (100
g + 600 cc del formulado comercial).
Los cortes y pastoreos se deben
realizar en el momento óptimo (10% de floración o cuando los
rebrotes de la corona miden entre 5 y 7 cm) y en condiciones
adecuadas: la cuchilla filosa para realizar cortes netos de los
tallos, de rápida cicatrización o "piso" apropiado
para evitar el pisoteo destructivo de los animales. Mantener los
lotes libres de malezas para el logro de plantas vigorosas y sin
competencia. Las técnicas sugeridas integradas en un manejo
racional y aplicadas en la planificación, implantación y cuidado
de una pradera serán las responsables de la productividad
(cantidad y calidad de forraje) y longevidad de un alfalfar.
Fuente:Información preparada por la Ing.
Agr. Norma Formento del INTA-EEA Paraná y Nanci Versegnassi
estudiante de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNER.
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