Criterios para
seleccionar cultivares
Tradicionalmente, muchos productores eligen la variedad de soja a sembrar según la
recomendación de algún distribuidor zonas, el comentario de un vecino, la que consigan más barata, o la que resulte primera en los ensayos comparativos de rendimiento regionales del
último año. Algunos directamente siembran soja sin saber de qué variedad se trata, mientras que otros se fijan en el potencial de rendimiento, en su estabilidad, en la
resistencia a cancrosis y el comportamiento ante esclerotinia.
Sin embargo, existen algunas pautas de manejo que permiten optimizar la combinación entre fecha y densidad de
siembra, el distanciamiento entre surcos y la elección del tipo de cultivar.' -
Algunos conceptos básicos
La soja se induce a florecer principalmente por el fotoperíodo, y en menor grado por la suma térmica; los cultivares de grupos precoces responden
principalmente a la suma térmica y los de ciclo más largo dependen casi
exclusivamente del fotoperíodo.
Se trata de una planta de días cortos cuantitativa, es decir que se induce a floración con días cuya longitud sea menor a un cierto umbral; sin embargo, si ponemos una planta en una cámara climática donde experimentalmente se establecen días de una
duración (en horas de luz) siempre superior al umbral, esa planta finalmente florecerá, debido a la
suma de temperaturas, pero luego de un período muy largo.
A todos los fines prácticos, podemos considerar que la soja se induce por debajo de una cierta duración del día: el número de horas de luz de ese umbral define el largo del ciclo y por ende el grupo de madurez al cual pertenece ese cultivar.
En las condiciones habituales de cultivo, la soja
se induce luego del 21 de diciembre, cuando los días comienzan a acortarse. Un cultivar precoz tiene un umbral fotoperiódico mayor que un cultivar de
ciclo más largo, por ello se induce antes a florecer. Un cultivar de un grupo de madurez menor, sembrado en un mismo campo y en la misma fecha florecerá antes que un cultivar de ciclo más largo. Por otro lado, como la respuesta a la floración es principalmente fotoperiódica, si el mismo cultivar se siembra más temprano en un mismo lugar tendrá un período vegetativo más largo que si se retrasa la siembra, como ocurre en el caso de soja de segunda.
Durante el verano, los días tienen más horas de luz hacia el sur
del país, por lo tanto una misma variedad
cuanto más al sur se siembre más días va a tarda en florecer ya que llegará a su umbral de longitud de
día más lejos en el verano, por lo que su ciclo se alargará.
La planta de soja está madura para reconocer el estímulo fotoperiódico a partir del segundo estadio vegetativo (V2), es decir cuando se haya expandido su primera hoja trifoliada. Cuando la longitud del día llega al umbral para ese cultivar, comienza la floración en la yema que está en la axila de la hoja más joven que se ha expandido
totalmente. La floración progresa hacia el ápice y hacia la base de la planta con distinta velocidad, según el tipo de hábito de crecimiento del cultivar.
Los de hábito de crecimiento determinado transmiten el estímulo a mayor velocidad, de modo que la yema apical termina en un racimo de flores; la duración de la floración es de 20 días, ocurre aproximadamente al mismo tiempo en el tallo principal y en las ramas, y hay menor
superposición entre el crecimiento vegetativo y el reproductivo. Por el contrario, las variedades de crecimiento
indeterminado tienen una floración más extendida, el meristema apical no se transforma en un racimo de flores, y
continúan vegetando aún después de haber comenzado la floración, con una amplia superposición entre crecimiento vegetativo y reproductivo: en un determinado momento en la misma planta se observan nudos formándose, flores cuajando y chauchas creciendo. Por ello, en general, tienen mayor capacidad de compensar un stress hídrico durante la floración que las de crecimiento determinado. Las variedades pertenecientes a los grupos IV o menores, son de hábito de crecimiento indeterminado, mientras que la mayoría de las de grupos V o superiores son de hábito
determinado.
La soja de primavera que se siembra en el norte de nuestro país constituye una excepción a lo comentado, ya que se induce con días alargándose. Se siembra en el mes de agosto o septiembre, cuando la longitud del día es
menor a su umbral fotoperiódico por lo que se induce a florecer muy temprano en su ciclo. Luego de la inducción, como los días tienen una duración en horas de luz más larga que la del umbral, el estímulo inductivo progresa
lentamente hacia el ápice y base de la planta. Por lo tanto eligiendo un cultivar de crecimiento
indeterminado continuará vegetando luego de iniciada la floración y llegará a
desarrollar la suficiente área foliar que permitirá la generación y llenado de un elevado número de granos por planta.
La estrategia para lograr altos rendimientos es maximizar el número de nudos capaces de soportar chauchas por hectárea, logrando una biomasa aérea tal que permita
sustentar un elevado número de granos, pero que no sea excesiva, porque si lo fuera, mantendría un elevado contenido de humedad en el canopeo, aumentando el riesgo de
enfermedades fúngicas y de vuelco.
Sur de Chaco
En esta región los grupos VII se comportan como precoces; si se siembran en suelos con tendencia a anegarse deben cosecharse en el mes de abril, coincidiendo con
altas precipitaciones, lo cual genera mayores pérdidas de cosecha. Los grupos VIII largos y IX tienen la ventaja de que al ser sembrados en noviembre llegan al período de excesivas precipitaciones con la planta todavía verde y con las semillas próximas a lograr su máximo
tamaño; de este modo, soportan anegamientos temporarios y pueden
cosecharse más cerca de¡ invierno sin problemas de piso.
Lamentablemente, casi no existen cultivares de grupos Vlll y IX resistentes a cancrosis, lo cual
incita su utilización. En esta región, la soja de primavera (es decir sojas pertenecientes a los grupos IV o V, de hábito de crecimiento
indeterminado, sembradas en agosto o septiembre), presenta la complicación que la etapa de llenado de las semillas se ubica en el mes de enero, con altísimas temperaturas y probabilidad de stress hídrico, que limitan seriamente el rendimiento. Esto no ocurre en la zona de Roque Sáenz Peña o en otras regiones, donde las precipitaciones en
enero son más regulares y la soja de primavera se convierte en una alternativa segura.
La resistencia a la cancrosis es una condición imprescindible en la variedad a elegir, mientras que la característica de
ser resistente al glifosato no representa una gran ventaja económica, en muchas ocasiones debido a la agresividad de las malezas, que requieren
aplicaciones de glifosato durante el cultivo, más una en precosecha. La habitual falta de piso en muchos lotes hace casi imprescindible la utilización de herbicidas residuales, del tipo de Pivot o
Septer, que llegan a un costo
totalmente comparable a la alternativa de reiteradas aplicaciones de glifosato solo. El distanciamiento entre surcos más habitual es de 52
cm, siendo ésta la máxima distancia recomendable para los cultivares de grupo VII corto.
Zona núcleo sojera
La tendencia en los últimos años para lograr máximos rindes, fue la de sembrar
ciclos más cortos en fechas muy tempranas. Esto otorga al cultivo un mayor índice de cosecha, adelanta la floración hacia fines de diciembre y el mes de enero, disminuyendo así el riesgo de
esclerotinia, y ubica el llenado de los granos con días más largos, con mayor temperatura y bajo riesgo de stress hídrico. Las siembras de octubre en esta región tienen la ventaja de ubicar el crecimiento vegetativo con menor temperatura y lograr plantas de menor porte, con baja tendencia al vuelco, sin deprimir el número de nudos por planta. En siembras de octubre las variedades muy precoces (grupos 3.5 a 3.9) de arquitectura de planta muy erecta pueden resultar más sensibles a sequías
prolongadas durante el verano y no llegar a la biomasa aérea
óptima para lograr un elevado rendimiento, por lo que su fecha óptima de siembra continúa siendo la primer quincena de noviembre.
Los cultivares precoces que normalmente son muy erectos y poco ramificados, requieren distancias entre surco no mayores a 52 cm. Para este tipo de cultivares, según mi experiencia, es mejor acortar la distancia entre surcos todo lo que permita la sembradora, es decir lograr la máxima equidistancia entre plantas, aunque se tenga que pisar el cultivo en alguna aplicación
post-emergente de herbicidas o insecticidas.
Las siembras de noviembre son las que generan plantas más altas, con el máximo número de nudos por planta. Los distintos grupos de madurez disponibles permiten ubicar las etapas ontogénicas del cultivo según la estrategia de cultivo elegida. Los grupos más largos tendrán, en suelos fértiles y veranos húmedos, mayor tendencia al vuelco y susceptibilidad a
esclerotinia y su cosecha se producirá más entrado el otoño, lo que normalmente se asocia a una menor calidad de semilla y mayores pérdidas.
Sudeste de Buenos Aires
En esta región los grupos de madurez cuyo ciclo se cumple dentro del período libre de heladas incluyen desde el
II largo hasta el IV medio. Desde mi punto de vista, las mayores limitantes que se presentan para la obtención de altos rendimientos en soja en esta región son: la sequía
estival y las bajas temperaturas nocturnas. Temperaturas mínimas inferiores a
22 ºC limitan el cuaje de las chauchas, mientras que temperaturas por debajo de los
14 ºC provocan aborto de flores y chauchas, y la actividad fotosintética de la planta se resiente por varios días.
Debido a las menores temperaturas existentes durante el verano, las plantas tienen menor porte y área foliar que
en la zona núcleo sojera, por ello resulta imprescindible acercar los surcos y aumentar la densidad de plantas a no menos de 400.000 pl/ha a cosecha. La ventana ambiental para sembrar es relativamente estrecha, debido a la limitante que representa el período libre de heladas y la temperatura del suelo, de modo que la fecha óptima de siembra es la primera quincena de noviembre. Siembras más tardías limitan seriamente el peso de los granos, ya que la tasa de llenado se correlaciona estrechamente con la
temperatura durante el período.
En la última campaña hemos realizado ensayos con soja de segunda en un campo sobre el mar, cercano a Necochea, incluyendo sojas pertenecientes a los grupos 3.9, 4.6 y 5.6.
Siembras posteriores al 20 de noviembre generan plantas de menor porte, con menos nudos por planta; puede compensarse el período vegetativo más corto
del cultivar aumentando la densidad de siembra, ya sea acortando la distancia entre surcos o buscando un grupo de madurez
algo más largo. Las densidades de siembra a lograr van desde las 270.000 hasta las 340.000
pl/ha a cosecha, según la fecha de siembra, lo ramificado que sea el cultivar y la fertilidad del lote.
Sembrando el 10 de enero, las variedades del grupo 3.9 han cumplido su
ciclo sin inconvenientes, las de grupo 4.6 lograron un buen tamaño de planta y alcanzaron a llenar las semillas antes de la primera helada, mientras que
la variedad de grupo 5.6 resultó excesivamente larga, con un gran crecimiento vegetativo pero se heló apenas habían cuajado las chauchas.
En esta región resulta atractivo ajustar la tecnología para lograr introducir la soja de segunda sobre trigo. Si bien por las limitantes técnicas que comentáramos no es dable esperar rendimientos superiores a los 15
qq/ha, sembrando directa cultivares RR logramos un costo de producción inferior a los 4 q/ha.
La disponibilidad de variedades de distinto hábito de crecimiento, de arquitectura de planta contrastante y con un
ciclo de diferente duración, nos permite ubicar estratégicamente las diferentes etapas ontogénicas del cultivo y construir el canopeo de manera tal que permita optimizar el aprovechamiento de los recursos ambientales disponibles.
Autor: Ing. Agr. Fernando Miguez
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