AGRICULTURA

 

Ambiente, épocas de siembra y grupos de maduración 

El cultivo de soja en el noroeste entrerriano, favorecido por los relativamente bajos costos de arrendamiento, la introducción de la siembra directa y la reducción de los costos de flete debido a la existencia de un importante puerto fluvial granelero, ha registrado en la último década un fuerte incremento en la superficie sembrada. 

La necesidad de lograr la maximización de los recursos empleados, es decir máximos rindes con menores costos, ha inducido a profundizar en el ajuste de la tecnología disponible. Dentro de este marco, notamos que en los últimos tiempos se ha generalizado la idea de utilizar grupos de maduración más cortos. Esto se ha basado en los resultados obtenidos en casi todo el país por productores y técnicos, pero no debernos olvidar algunos factores y características particulares de nuestra región. 

El objetivo que se busca con un cultivo, hasta antes de cruzar la tranquera (ya que luego intervienen variables estructurales y económicas corno el almacenamiento y el mercado), es lograr el mayor rendimiento posible, tanto en cantidad como en calidad de grano. Esto resulta de una conjunción de variables que deben mantenerse un equilibrio, y entre los que encontramos: calidad de la semilla, variedad elegida, insumos empleados, tecnología elegida para la preparación, siembra y cuidado del cultivo, y el ambiente, que involucro al suelo como organismo vivo (tipo de suelo, estado de su degradación, historia, presencia de micro y mesofauna), al clima (temperaturas medias, amplitud térmica, régimen de lluvias, momentos de déficit y excesos hídricos), y al fotoperíodo. 


Ambiente y grupos de madurez 

Si analizamos y relacionarnos los factores variedad y ambiente, sabemos que en general los cultivares de cielo intermedio-corto a intermedio (para nuestra zona: IV y V corto/medio) tienen la característica de poseer un bien potencial de rendimiento, que se expresa sólo en ambientes de alta productividad; es decir, poseen una rusticidad menor, es decir, una menor adaptabilidad a condiciones limitantes. En cambio, los cultivares de ciclo más largo (para nuestra zona: V largo, VI y VII) poseen en general una mayor adaptación a distintas situaciones, como limitaciones edáficas, baja fertilidad, déficits hídricos, presencia de malezas, etc. 

En nuestra zona encontrarnos ambientes con las siguientes características: 

  • Predominio de suelos Vertisoles, con un alto contenido de arcillas expansibles y un horizonte subsuperficial denso (B texturas), que limita en forma importante la exploración de raíces en profundidad. 
  • Drenaje lento, causado también por la presencia de arcillas, que inducen la saturación hídrica del suelo en épocas de excesivas precipitaciones y por ende se aumenta el riesgo de asfixia radicular, que puede producir desde un retraso del crecimiento hasta la muerte de las plantas afectadas. Esta situación se agrava en lotes planos, donde encontramos numerosas depresiones que actúan a modo de lagunas, con las consecuencias ya mencionadas (esta última situación puede mejorarse con trabajos de sistematización, pero no es tema del presente artículo).

  • Contenido de fósforo bajo, promediando entre 2 y 7 ppm, siendo difícil encontrar lotes con valores superiores a 12 ppm. 

  • Un número importante de chacras que presentan alta infestación de malezas, muchas de ellas de difícil control, como escoba dura (Sida rhombifolia y S. spinosa), gramón (Cynodon dactylon), enredaderas y bejucos (Convolvulus sp. e Ipomoea sp.), Pavonia sp. (de reciente aparición en chacras de siembra directa), falso caraguatá (Eryngium sp.) y chileas (Baceharis sp.). Merece un párrafo aparte el rebelde renuevo de aromo o espinilla (Acacia caven) que obliga, al igual que las hormigas, a un control permanente. 

  • Régimen de lluvias con picos definidos de exceso o escasez en determinadas épocas del año, pero que presenta cierto grado de irregularidad que suele comprometer la siembra, la evolución del cultivo y la cosecha o que combinado con meses de alta evapotranspiración, trae aparejado la ocurrencia de largos períodos de déficit hídrico durante el verano. 

Por estos motivos, y volviendo a lo mencionado al comienzo, es que nos permitimos aconsejar a los productores que deben tomar con precaución la inclusión de cultivares de ciclo intermedio e intermedio-corto en nuestra región. 
No significa que ignoremos el uso de este tipo de materiales, muy por el contrario, ya que en nuestros ensayos y experiencias con productores hemos encontrado variedades de grupos IV y V corto indeterminados que han respondido muy satisfactoriamente, e incluso algunos han demostrado plasticidad en fechas de siembra y ambientes variados. 
Pero el seguimiento durante años de muchos cultivos nos demuestra que hasta el momento, para obtener las mayores probabilidades de éxito con los cielos intermedio- cortos, debemos asignarles los lotes que permitan una alta producción, es decir, aquellos con menos limitaciones edáficas, con buen manejo del agua del suelo, que posean mayor fertilidad, se encuentren menos enmalezados y menos degradados en general. Y no debemos olvidar a los grupos VI y VII, que nos pueden brindar mayor estabilidad gracias a su capacidad de adaptación. 

Por lo tanto, apuntamos a la utilización racional de las variedades pertenecientes a los distintos grupos de maduración, y de esta forma, al logro del aprovechamiento óptimo de las virtudes que caracterizan a cada una de ellas. 


Épocas de siembra y grupos de maduración 

  • En siembras tempranas (desde mediados de octubre hasta principios de noviembre) los grupos cortos, se comportan satisfactoriamente, pero los grupos intermedios tienen una mejor performance, aunque los dos corren peligro de sufrir algún stress hídrico durante el período reproductivo. Los grupos de madurez de ciclo largo, en cambio, pueden alcanzar un desarrollo vegetativo muy exuberante, y comprometer de esta manera la producción por vuelco y enfermedades. 

  • En siembras intermedias (desde principios de noviembre hasta mediados de diciembre) los grupos más altos (VI y VII) se comportan muy bien, y los intermedios (V) se desempeñan aceptablemente. 

  • En siembras tardías (desde fines de diciembre hasta los primeros días de enero) se daría la misma situación que en la siembra intermedia: los grupos más largos se comportarían mejor, ya que soportan normalmente condiciones climáticas más severas durante el cultivo, pero con rendimientos finales más erráticos, por problemas durante la cosecha debidos a otoños muy lluviosos. 

  • En siembras fuera de época (desde mediados hasta fines de enero) se ha encontrado un mejor resultado en los grupos intermedios (V), con un relativo buen comportamiento de los grupos altos, y pobre en los grupos cortos (Estos datos son preliminares y deben corroborarse con más años de prueba, antes de poder asegurar la tendencia encontrada). Esta época no es aconsejada bajo ningún punto de vista, ya que las condiciones se tornan muy desfavorables para obtener un aceptable establecimiento y evolución del cultivo. Pero se evalúa con fines técnicos y en vista de que en algunas campañas las siembras se han extendido hasta este momento por problemas climáticos muy severos. 

Conclusiones 

  • Los grupos intermedio-cortos (IV-V) deberían ser destinados a lotes de alto ambiente productivo. 
  • Los grupos largos (VI-VII) poseen una mayor rusticidad y adaptabilidad a distintas condiciones. 
  • Los grupos intermedio-cortos tienen un aceptable comportamiento en la siembra temprana, pero enfrentan riesgos de stress hídrico. 
  • En siembras intermedias y tardías los grupos largos son los que tienen el mejor desempeño. 
  • La siembra fuera de época no es recomendada, debido a la falta de condiciones favorables. 
  • En siembras intermedias se logran rendimientos notablemente superiores, en todos los grupos de maduración. 


Las conclusiones a las cuales hemos llegado a través de nuestras experiencias concuerdan hasta el momento, a grandes rasgos, con la bibliografía clásica existente al respecto. 
Debemos resaltar que lo escrito precedentemente traza los lineamientos generales de la situación más frecuente, y constituye un aporte para quienes se encuentran produciendo en nuestra región, que se caracteriza por la importante variabilidad de sus suelos, existiendo situaciones ambientales superiores e inferiores a la comentada. 

Debemos avanzar mucho en la investigación y conocimiento del comportamiento fisiológico de la soja en nuestros campos, y a la vez ser  Precavidos al Extrapolar información sobre las técnicas de manejo empIeadas en otras zonas del país porque corremos riesgo de equivocarnos si, previamente a su adopción y difusión, no comprobamos la adaptación a nuestras condiciones. 

Autor: Ing. Agr. Fabio Jacobo y Jorge Dupleich
INTA La Paz
Fuente: Revista Agromercado (Suplemento Soja) Año 2000

 

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